Puede que algunas de las noticias leídas por usted hoy las haya
escrito un robot. No en este periódico, pero sí en otros. Y de
reconocido prestigio. Así lo advierten diversos expertos convocados por
la Fundación del Español Urgente (Fundéu) en San Millán de la Cogolla durante el seminario anual que fue inaugurado este jueves por la reina Letizia bajo el título: El español y las máquinas: lenguaje, ética y periodismo. Las reglas deontológicas ante este avance sin control de la tecnología se imponen en este campo, sostienen unánimemente.
Quizás
no haya disfrutado de un estilo suficientemente literario en la
supuesta información escrita por el robot, pero seguro que le ha
convencido. Es lo que refleja un estudio comparativo de la Universidad
de Columbia, la LMU de Múnich y la Macromedia University alemana
titulado Readers Perception of Computer Generated News. “Los
artículos escritos por profesionales resultaban más legibles, pero los
de los robots ofrecían mayor credibilidad a los lectores”, comenta
Esther Paniagua, periodista. “Cuando esto se pone en práctica, lo menos
que debe hacer cualquier publicación es advertirlo al lector”
“No analizan, no interpretan, sencillamente ordenan datos”, explica Rodrigo Agerri, filósofo e informático de la Universidad del País Vasco,
experto en analizar el impacto que las tecnologías tienen en el
lenguaje y miembro del instituto Hitz (palabra, en vasco). Los programas
se denominan Transformers y en Google les dieron nombres de personajes
de Barrio Sésamo, como Epi y Blas (Bert y Ernie, en la versión inglesa).
Llegados a este punto, solo cabe entrar en la siguiente fase: qué
límites establecer, más allá de identificarlos. “Por ahora funcionan
sobre todo en el campo de los deportes, la economía, la meteorología,
pero no interpretan o hablan con fuentes”, asegura Esther Paniagua.
¿Serán capaces de sustituirnos?, se pregunta la periodista. Cree que
no. Otros ponentes en el seminario, no tanto. Con el dominio que la
Inteligencia Artificial tendrá sobre nuestras vidas, Jose Ignacio
Latorre, autor de Ética para máquinas (Ariel) y catedrático de
Física Teórica en la Universidad de Barcelona, alerta sobre la necesidad
de ponerse en guardia y al tiempo, aceptarlo como realidad patente.
“Más cuando Google acaba de anunciar la creación de un robot con
supremacía cuántica, es decir, una máquina cuya capacidad de cálculo y
programación nadie puede copiar”.
Pero sin aspavientos propone Latorre: “Debemos aceptar que muchas de
las pruebas éticas que deberíamos aplicar a ese futuro ya las hemos
puesto en práctica. Plantearnos si llegaremos a dotar de entidad moral o
jurídica a los robots. Es un debate que ya está ahí, con sus pros y sus
contras. Ser conscientes de que ya todo se puede programar”.
En esa tensión por el dominio presente entre las máquinas y el
hombre, caben paralelismos religiosos. Sobre todo en un monasterio como
el de Yuso, cuna del español y sede del seminario. Antonio Rodríguez de
las Heras, director del Instituto de Cultura y Tecnología de la Universidad Carlos III
nos da pistas: “Estos inventos se han convertido en omnipresentes,
omniscientes, es decir, lo conocen prácticamente todo de nosotros y, en
muchos casos, omnipotentes”, comenta. “Hasta ahora nos hemos empeñado en
darles formas antropomórficas en su mayoría, pero la Inteligencia
Artificial es invisible”. Es decir, según el experto, nuestro deseo ha
sido convertirlos en padre e hijo cuando en realidad es materia etérea,
como el espíritu santo.
Del campo mecánico han pasado a dotarse de habilidades
creativas. “La historia de las máquinas ha seguido el siguiente camino.
Primero, el hombre delegó en ellas su fuerza, después su capacidad de
cálculo. Ahora estamos a punto de concederles poder para que tomen
decisiones por nosotros”, asegura Latorre. ¿Y después…?
Tomado del diario El País.
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